
Cuando un niño o niña recibe insultos, burlas, acoso e incluso agresiones físicas de forma intencionada y de manera repetida en el tiempo, por otro u otros niños hablamos de bullying o acoso escolar.
El bullying implica una repetición continuada de burlas o agresiones, y puede provocar la exclusión social de quien lo padece.
Aunque cualquier persona puede ser víctima, el acoso suele excusarse a través de alguna diferencia, adoptando formas muy distintas. Así, el bullying suele ser:
- Homofóbico: basado en la orientación sexual.
- Racista: por el color de la piel o la procedencia.
- Religioso: por las creencias o fe.
- Físico: por la constitución física o la altura.
- Sexista: por la diferencia de género.
- Cibernético: conocido como ciberbullying, a través de internet.
- Social: por ser simplemente diferente.
El acoso en cualquier forma es perjudicial e inaceptable.
No lo ignores, el bullying afecta a la salud
El bullying tiene un impacto en la salud. Especialmente si las intimidaciones tienen lugar de manera continuada, una persona acosada se puede sentir aislada, desvalorizada, sola, enfadada e insegura y ansiosa. El bullying puede propiciar que algunos jóvenes y adultos desarrollen trastornos depresivos y ansiedad.
Necesitas herramientas, así que pídelas
A menudo las personas acosadas optan por ignorar las intimidaciones esperando que estas cesen, pero no tienen porqué desaparecer: no hace falta esperar a que una intimidación se repita para decirle a alguien lo que está ocurriendo. Puedes hablar con tus compañeros, y pedir ayuda a tus padres y tu profesor.
Es posible que tu profesor no haya detectado la situación, responde a sus preguntas y explícale lo ocurrido. Tu caso no es excepcional y, por eso, los colegios disponen de protocolos contra el acoso escolar que determinan cuales han de ser lo pasos y apoyos para reducir y eliminar estas situaciones: puedes preguntarle en qué consisten. Si la intimidación ocurre fuera de la escuela o a través de las redes, también puedes hablar con profesores, padres u otros familiares. No tengas miedo de denunciar lo que te está ocurriendo y, si continúa, denuncialo de nuevo.
Si una vez pasados los episodios de acoso no recuperas la tranquilidad o sientes presión en compartir espacios con la persona que te ha acosado, no te preocupes, es normal, háblalo con tus padres. Recuerda que hay profesionales especializados que te pueden ayudar y que nadie merece ser intimidado.
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